domingo, 4 de mayo de 2008

¿Quién vive mejor: ateos o creyentes?

En la eterna disputa entre ateos, aquellos que se deshicieron del peso de la creencia en un ser superior, y creyentes, los seguidores de tal ser superior que cumplen con sus doctrinas y leyes, se ha planteado qué grupo sería el que más fácilmente vive. Así, ¿es más fácil ser ''feliz'' como creyente o como ateo?

La gran mayoría de los humanos pertenece al segundo grupo, unas sectas que controlan, a partir de unas doctrinas, la mente de millones de personas las cuales se creen libres con su elección. Indiferentemente a esa libertad que se les arrebató en el momento de seguir a un líder o dejarse manejar por éste (por ejemplo, que el tiempo de un humano estuviese marcado para acudir a rendir culto a tal ser), tales grupos de personas viven en una ignorancia, no completa, pero sí inculcada para seguir a un rebaño, con lo que llegar a una falsa libertad sería más sencillo, solo que esa libertad se privó desde el primer instante en que tomaron algo a cambio de nuestras creencias(tiempo, dinero...). Por otro lado, el grupo minoritario del que constamos los ateos se ve afectado con una serie de avalanchas de libertad que nos condenan a decidir nuestros verdaderos pasos, aquellos que estarán formados por y para nosotros. Entonces, todos aquellos que vivamos independientes a tales doctrinas, seremos más libres, pero nuestras vidas se verán eclipsadas por dos factores: uno, la continua presencia de elementos religiosos que nos harán dudar para acogerlos por ser más sencillos; y dos, el hecho de tener que dirigir nuestras vidas sin ninguna base impuesta, solos con nuestro pensamiento para descubrir por qué somos o por qué estamos presentes en la grandeza del mundo.

Contrariamente a nosotros, esa mayoría piensa que su libertad es elegir el creer en un ser superior y en unas directrices, pues todo es más fácil si nos lo dan hecho o si se vive en la ignorancia, teniendo una falsa concepción de la libertad.

Así, los ateos seguirán en su búsqueda por la verdad y el sentido de la vida sin nada detrás de ellos, dando vueltas a un incansable pensamiento del que sólo se librarán a su muerte.

En conclusión, los ateos, pese a todo, no somos libres por completo, pero sí más que los creyentes, aunque esta libertad nos condene a una vida de mayor sufrimiento.

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